sábado, 6 de noviembre de 2010

Cuando muera



Cuando muera quiero que me entierren en un lugar como éste y sentir la tierra, no quiero ataúd, sólo tierra. Este es el cementerio de una pequeña comunidad en la Huasteca Veracruzana, rodeado de montes, árboles y maíz. La foto no llega a testificar en su totalidad lo hermoso del lugar, de olor a paz y cempoalxóchitl. El cómo la Huasteca me ha tocado el corazón es algo que no puedo compartir, porque va más allá de las palabras. Su vegetación y ese húmedo calor que en un principio me desesperaba y luego como la meditación te enseña a sentirlo, profundizando tanto en el sentir que desaparece la molestia. En este pequeño lugar donde los árboles frutales se dan, exponiendo su verdadera esencia, un regalo de la naturaleza y es cuando me doy cuenta de lo absurdo de la vida. Sólo basta caminar unos pasos para encontrarse con un árbol de mandarinas, es cuestión de estirar la mano para comer y para colmo son orgánicas, mientras en la cuidad, en green corner, es una grosería lo que cuestan, obligándonos a que sea un producto de lujo y no un derecho, y esa palabra que retumba en mis oídos, un producto y no un regalo.
Es en estos lugares donde mi ética se aloca un poco, se entristece y luego agarra más fuerza. En una combinación de amabilidad y maltrato, es así como el post de “Veganismo y capitalismo” cobra sentido. Perros famélicos, que cuando te les acercas bajan la cabeza o corren esperando una patada o un golpe. Producto del maltrato de la misma gente que sonriendo te ofrece una taza de chocolate caliente y pan, porque así lo determina su cultura. Cuando pienso en esto es cuando encuentro el balance entre ética y maltrato, es cultural. En un lugar donde no falta que comer pero, una simple enfermedad de un miembro de la familia puede desembocar en la más profunda pobreza, no hay tiempo para los animales. Cuando te han pisado tanto y te han obligado por generaciones a servir al otro, es cuando no hay tiempo para los animales. Lo entiendo, pero aun así me deja un gajo de tristeza, igual y con educación, pero al fin y al cabo quien soy yo para decir eso. Es cuando recuerdo un libro que alguna vez leí,  tomaba el titulo de un dicho de los indios norteamericanos “tienes que caminar tres lunas en los mocasines del otro”.

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